Raydel Araoz ratifica su perfil transgresor y nos desvela un mundo donde la contribución de la IA en el arte no solo resulta inevitable, sino que llegarán a coexistir la creación humana y la artificial. La literatura, asevera, no escapa de ello y, ante el empuje de los medios audiovisuales, ya surgen nuevas formas de interactuar con el texto. Es el espacio idóneo para que la experimentación encuentre su caldo de cultivo y, aun cuando las grandes compañías prefieren apostar por lo seguro, siempre habrá espacio para quienes se arriesguen con nuevas fórmulas.